19 de marzo de 2009

José Daniel Espejo. Día del padre.

Trabajaron./ Estuvieron cansados./ Agrandaron minas agotándolas y jamás/ se enorgullecieron de eso./ Se casaron y amaron a personas de forma/ muy parecida al modo en que los árboles/crecen/ y encendieron cigarrillos mientras el mundo/ se derrumbaba frente a ellos./ No estoy aquí para decir que la vida/ no los trató con justicia./ Sólo sé/ reconozco/ acepto. Mi carne,/ mi familia.
Jose Daniel Espejo, Los placeres de la metereología.


Hoy es
Un día raro.
Tengo ganas de escribir
pero he olvidado
cómo se empieza.

Saco las antiguas Sibila
números atrasados

diferencias en el gramaje que delatan un colapso.

Escribo dos post, bebo martinis
y me fumo los cigarros
que has dejado 
en línea sobre la mesa al ir al trabajo.

Hoy es fiesta.

Gilgamesh, Virginia, al final cojo a José Daniel Espejo.

Apago el móvil. Es demasiado de día. Leo en la cama.

Últimamente pasa algo raro con mi cerebro, algo a lo que no me tiene acostumbrado.
Corrijo mentalmente las sílabas de lo que oigo.
Lo hago en los anuncios las películas el telediario.
La gente habla y yo le miro los labios y pienso
- qué lástima, esta palabra lo habría cerrado.
Lo traduzco, incluso, si creo que eso mejora algo.
Estábamos sentados en la cocina y ella recogía los platos
(recuerdo esto mientras el vecino sigue practicando con el bajo).
Él contó que su padre comerciaba con grano.
Compraba a los agricultores, almacenaba,
Revendía a los colmados.
Le colocaron una partida húmeda
y él y sus hermanos se pasaron días dándole vueltas, aireándolo,
pero estaba estropeado. El comprador no quiso el grano.
El vendedor dijo a su padre que no se hacía cargo.
Lo metieron en la cárcel, y enfermó del hígado.
Escribía cartas: Paca, mira lo que nos ha pasado,
gente que no ha hecho nunca ningún daño.
Coge un cigarro y sigue hablando. El vendedor era el cabrón ése de Lodares,
el del famoso pasaje, mi lugar favorito de la ciudad
durante todos estos años.
Él sabía que el grano estaba pasado.

Su padre murió en Jaén, encerrado,
cuando él tenía 13 años.

A la última calada añade: una vez, cuando trabajaba en la Caja,
el hijo Lodares vino a mí
(hijo contra hijo, ahora)
no podía con los créditos, estaba endeudado.
No puedo hacer más por ti de lo que está estimado:
Papeles y burocracia.

El hombre que hablaba es mi padre.
El hombre del que habla mi padre, es su padre.
Soy la sangre de la sangre
del hombre del que él, en 31 años, nunca me había hablado.

Su nombre no ha sido mencionado.

6 comentarios:

Héctor Castilla dijo...

Me alegra que el regalo haya dado sus frutos.
Espero que, dentro de los posible, todo vaya bien.
Besos.
H.

eme dijo...

Todo va bien. Mil gracias por el regalo, lo he disfrutado mucho, y ya sabes que me cuesta encontrar poetas castellanos.
Espero que todo os vaya también bien.

Un fuerte abrazo.

matías miguel clemente dijo...

Ey¡¡¡ claro que soy un cabezota de perro¡¡¡...ya tengo "sustituir estar" brindemos por él.

BGF dijo...

¡Genial!
Yo no sería capaz de escribir nada como eso, o nada más que nada, de mi/s padre/s. Compré bombones...

Anónimo dijo...

Por Dios, me imagino que tu padre lo habrá leido, si mi hija me escribe algo así, me sentaría todas las noches en un sillón, por supuesto con grandes cristaleras, y me tomaría un whisky, con una sonrisa, y dando las grancias por tener una hija así.

eme dijo...

No creo. No mira mucho internet, y tampoco bebe. Como tú.

Un abrazo.

 
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