17 de enero de 2009

Axl Rose vs Guns ´n Roses


Unos catorce años después de ser anunciado por Axl ha salido a la venta Chinese Democracy, bajo la marca Guns n´ Roses, adquirida por el cantante tras la ruptura del grupo. El retraso permanente y su anuncio año tras año en las entrevistas hizo que la bebida Dr. Pepper apostase a que ese disco jamás vería la luz. Que hubiese sido lo mejor. Porque querido Axl, no te has dado cuenta de que desde 1995 NO EXISTEN LOS SOLOS DE GUITARRA. Reconozco haber sido fan. Reconozco que a la chicas de instituto nos gustaba Bonal porque tenía una camiseta del Appetitte, o Alfaro porque caminaba igual. Yo acumulaba con orgullo todo tipo de merchandising, y lloré cuando se suspendió vuestro concierto del 93. He pasado horas pintado a plumilla los postres de la Kerrang. He comprado vinilos vuestros, y me gustaba especialmente aquella foto de la época del vídeo Welcome to the Jungle que venía en el interior del Lies, con el pelo cardado. Porque eso eráis. Eso eras, Axl. Ya pasados de moda en los 90, pero dentro del discurso de la ferviente y apasionada ebullición de un niño paleto que cae en Los Ángeles para buscarse la vida. Empleabais parte de vuestra energía en generar microdebates facilones sobre la Guerra Civil, la libertad de prensa, la inmigración, la prostitución o las drogas. Actualizasteis un discurso de rocanroleros, de orientación catártica, que calmó a los niños disfuncionales antes de que Kurt Co os jodiera el invento y diese con la interpretación de esa angst de los consumidores púberes. No era rabia, era aburrimiento. Pero chico, imitar los fundamentos epistemológicos y los recursos que usaste entonces no tiene sentido ahora. A cierta edad uno no debería pretender dotar a la sociedad pangeica de un sistema de pensamiento rebelde que apele a viejas y manidas quejas metasociales. Si yo hubiera sido tu consultora habría encajado mejor esto: nadie quiere un ex-cantante de éxito imitándose a sí mismo, porque la gente que entonces te escuchaba son ahora pequeños mileuristas que sobrevivieron a la desidia del grunge, que ya no se casan con ninguna tribu musical, sino que combinan y conocen mucha música en sus pequeños ipods, sin complejos. Todos nosotros habríamos querido oírte sincero, como vieja diva, hablando de lo solo que te sientes en tu mansión, de cómo has engordado, de qué canales de teletienda prefieres, etc. No es correcto que te autodefinas de modo mítico, ni que verbalices un falso diálogo yo-tú para establecer reproches como “yo sé que tengo una luz, tú me maltrataste”. Este intento de hablar de ti mismo desde la otredad no es más que una escenificación de tu hiperbólica vanidad: te has olvidado de ese chico que bajaba en la parada de autobús de la gran ciudad con un palillo en la boca. El gran adversario para ti siempre ha sido este momento de indiferencia occidental, esta fase de inapetencia, de síntesis displicente tras el idealismo neutralizador de la otredad que conlleva la interiorización de Hegel. Has olvidado la interacción entre mundo y mente. Este álbum parece sólo un producto mente-mente. Sigues cantando sobre Stephanie Seymour, aunque os divorciasteis hace más de diez años, copias continuamente November Rain o te tiras por el victimismo de This is love en un tema que está entre un número de Liza Minnelli, el fin de una peli de Walt Disney y la banda sonora de Jesucristo Superstar. Hasta incluyes una canción titulada El Guardián entre el Centeno. Wo. Hace años pensé que algo debía de contener ese libro para que todos aquellos francotiradores (el de Kennedy, el de Warhol, el del papa, Charles Manson) lo citasen como libro favorito. Hoy sé que es, simplemente, un libro obligado en la docencia escolar en Estados Unidos.

En la construcción de esa totalidad que llamamos “texto”, que relata la relación entre el personaje y el héroe, has fallado al elegirte a ti como sujeto. Lo estético es también el sentimiento de quien recibe la obra fuera del dominio artístico, el sentimiento que finaliza una acción. Y no hay nadie que pueda contemplarte ahora, imitándote a ti mismo, que signifique el suceso de este álbum.

11 de enero de 2009

New Order



Hoy no he tenido un día tan bueno. No me apetece hablar de este disco. No me apetece que mañana sea lunes. No me apetece cenar. Sería un buen momento para poner este disco. Pegadizo. Popero. Unidimensional, lejos de lamentos, como el final de un día de verano. Un álbum de mañanas. Para poner un pie detrás de otro, detrás de otro. Sin fantasmas. Plano y austero, sincero. Sin riesgo, sin probabilidades, sin ambigüedad. Mucho bajo, letras fáciles, caída del sol con la piel un poco enrojecida y una sangría en el bar del hotel. 
Todo bien, entonces, para uno de los discos que más he escuchado.
Todo bien, claro, si esto no fuera New Order.
Todo bien, si no fuera como tirar por el retrete las cenizas de Joy Division, el Madchester que no conozco, los acordes de Love will tear us apart y Crystal. Si no se hubieran presentado en el Summercase del 2006 en chándal de tafetán.
Pero eso, ¿a quién puede importarle en el siglo XXI?

9 de enero de 2009

Joy Division vs New Order



Yo nunca he prestado mucha atención a Joy Division, aunque le haya dedicado más de un intento en mi vida, por pura voluntad de reconocimiento. A veces A los ponía en el trabajo, antes de que empeorara su esquizofrenia y empezara a quedarse catatónico e inmóvil durante horas frente a la pantalla o de pie en el pasillo, con la mano en una posición concreta. Entonces nosotros guardábamos las herramientas de miniatura que teníamos para los ordenadores, los cutters. Pero antes de aquello, cuando A estaba bien y se medicaba, y era un compañero cariñoso, inteligente y conversador, nos contaba sus años en la Facultad de Bellas Artes, y reconocía que después de escuchar a Joy Division (y de las setas) se había quedado un poco peor. Y aunque los escucharé muy poco más porque se me hacen espesos, de este documental, proyectado en la pared de casa, me he filtrado muchas cosas en vena para no perderlas. Si eliges Joy Division en lastfm sabrás enseguida que son postpunk, ochenteros, new wave, chicos de finales de los setenta en Manchester. El docu es de esos con entrevistas de bustos parlantes puestos sobre un fondo, comentarios retrospectivos de los protagonistas y sus novias, y hasta ahí todo normal (los componentes, el agente, la novia de Ian, el diseñador), pero el chute viene del material audiovisual del Manchester industrial de los setenta y de las grabaciones amateur de los primeros conciertos que son de una delicadeza hiptónica. Moviéndose entre la una frontera un poco difusa del documental aséptico y el biopic, lo que llama Batjin el discurso ajeno es tratado como materia moldeable, como fenómeno artístico y sociológico surgido entre la transmisión y la recepción, como reconstrucción del propio discurso de Joy Division, y aderezado con un trabajo de grafismo delicadísimo.
Dejando claro mediante las voces de los propios protagonistas que lo que pasó allí era un fenómeno espontáneo y involuntario de arte derivado de la imitación de los Sex Pistols y el contexto, sorprende saber que excepto Ian Curtis, eran todos unos paletos sin interés por la música o la prédica de sus propias letras (que reconocen no haber escuchado hasta años después), empeñados en hacer el mayor ruido posible.
Genial.

Anexo 1
Voloshinov, siguiendo a Batjin, estudió cómo se trasmitía el discurso ajeno. Es interesante observar cómo crece el género del documental, ver esos reportajes de la BBC sobre los grupos muertos, cómo aislan las tendencias, principales y constantes, del la percepción pública del discurso ajeno. Si aceptamos que la acción de citar (entendida en sentido amplio) constituye una de las actividades principales de la vida del lenguaje es bonito analizar cómo se percibe y elabora el discurso de/sobre una entidad (un grupo, un cantante, un actor, un escritor). Las tendencias perceptivas (por ejemplo el grunge) se sedimentan hasta cierto punto y son por tanto reconocibles, reproducibles. Hay un conjunto de ideas, de imágenes, de modos, que pueden re-presentar ese discurso, como se re-presenta una vez y otra una obra de teatro. 
Los documentales establecen modelos estables de transmisión de algo que ha regulado las tendencias, poniéndolas de nuevo en circulación.
Lástima que el del Nevermind de Nirvana para la BBC fuera tal mierda.

Continuará



 
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