La vida es un cristal que se va quebrando sin ruido. Una telaraña que va conquistando sus milímetros. Intercambios, de principiante a adulto, de adulto a principiante. Somos los mismos individuos en un juego de reflejos, la misma persona enfrentada a sí misma, con distintos años, en distintos bandos. Somos los asesinos que aman el baño, o la ropa limpia. Me hace pensar en lo afortunado que es alguien que puede leer. El amor por la palabra, por el relato último. Las historias nos cruzan y nos cosen, y sin embargo nosotros dejamos de responder con los años, rompiendo el tejido. En la juventud surgen nuevos órganos, nuevas capacidades sensibles que nos crecen y acabamos por lucir sin fuerzas, trabajosamente. Renunciando a ellas. Libros, palabras, como hojas de otoño. Siempre fríos, siempre de perfil.
Cómo todo es memoria, y no todas la deudas pueden ser saldadas.
Tómala y continúa. Sigue y date la vuelta, como si nada de antes respirara, como si estuviéramos aún en la recámara y a la vez, velando las armas. Nada recuerdas pero todo es vigilia, informativos nocturnos, recuerdos mudos. Manos, llaves y el viento de noche atravesando Malasaña. Sin fuerza una y otra y otra y otra, hasta estar de vuelta, tejiendo. Solos y jadeantes.
19 de marzo de 2009
The Reader.
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1 comentario:
quiero.
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