La novela es una cerámica que no se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Tengamos sentido del humor. Ante la remezcla (de una canción, de un filme), una reacción hostil siempre empobrece el objeto. Está bien el nombre de Nocilla para esta nueva generación. La mejor manera que encuentro últimamente para ilustrar la disposición arquitectónica del mundo, su caos, es a través de un análisis de la forma-contenido. ¿No era Bajtin el que decía que el único centro evaluativo posible de toda la contemplación estética caótica que es la vida es el limitado ser?. Leer es hoy una relación sujeto-sujeto. Señores lectores, se espera mucho de su parte. Y déjenme que apunte algo: a lo mejor no importa quién escribe todos esos fragmentos incluidos en el Nocilla Dream o en el Nocilla Experience, ni siquiera importa si los ha organizado Mallo, al igual que los ceramistas citados toman, rompen y recomponen sus piezas. Ya sólo queda la posición del sujeto estético, y da igual que éste sea autor o contemplador. Empatía y distanciamiento, es la fórmula. La empatía de tantos sándwiches en la merienda, la extrañeza de su lejanía en el tiempo. Y en esa tensión puede estar la pregnancia, la consumación estética de la propuesta, en la afirmación y la formación de unos pedacitos encolados mediante empatía.
Yo miraba desde La Terraza del Casino hacia los aúrigas de la Calle Alcalá, con mi segundo Dry Martini en la mano, a las doce de la mañana, y pensaba en cómo todo ese enorme espacio posmoderno, como un ajedrez onírico, es una remezcla del pasado rancio del propio Casino. Su particularidad es que, al romperlo y reconstruirlo, transfiere esa realidad a otro plano valorativo, a una unidad nueva, pero sin anular lo conocido y valorado: las arañas de cristal, las chaise longues. Como dice Astrud: todo es lounge, todo es lounge, todo es lounge. Menos mi vida, mi vida es más bien Lynch.