Desde que compré ese segundo libro, Sin respiro (Restless), de Boyd, he estado dudando sobre si será el mismo autor, sobre si acaso había confundido el nombre de pila. No me gusta esta novela, así que llegué a la conclusión de que había cometido un error. En ella, una madre en su vejez relata a su hija, madre soltera, sus actividades como espía durante la II Guerra Mundial. Los dos personajes tienen el mismo corte psicológico, características parecidas, el mismo lenguaje y signos intercambiables. Muy poco esfuerzo para transmitir un mensaje poco atractivo. Londres, Bruselas y Albuquerque (donde dejamos al ilusionista de Auster) son tan parcamente descritas que parecen la misma ciudad. Lo único divertido es observar que Nuevo México como locus imaginario reaparace en las últimas lecturas: Richard Ford, Sam Shepard, Raymond Carver, Paul Auster y ahora Boyd. Todos esos Nuevos Méxicos se mezclan en una imagen homogénea de provincianismo exótico.
Pero ah, ha habido un pequeño gesto que me ayudó a reconocer a William en William: el casero de la madre soltera es dentista, como en otros relatos de ese libro de mi hermana, Fascination. Posiblemente sea el mejor personaje de Boyd, y probablemente una persona real.
Entonces tengo que asumirlo.
Ningún autor es infalible y este libro es un bodrio. Escribir no debería ser recoger un paquete, entregarlo a alguien, irte a casa.
Abandono.
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