(Tenéis anexo más abajo)
Sabéis bien cuáles son mis series favoritas. A fin de cuentas, y quitando las de recreo (Flight of the conchords, Mujeres deseperadas o Lost), se quedan en A dos metros bajo tierra y Madmen. La primera como gran maestra del silencio y de la focalización en el detalle simbólico sin necesidad de la narración explícita (por los mismos personajes, por voz en off, por títulos). La representación es siempre comedida, sutil, latente, todo es únicamente representación. Hay historia, y hay tras de ella una fábula que se hila, se va hermanando con el espectador habitual.
Algo de eso hay también en Madmen, una serie sobre la publicidad en los años sesenta. El escenario es la gran ciudad y el glamour, y el gran tema la ansiedad por el status, de hombres y mujeres. Veamos los dos personajes que encarnan esto: Don Draper, un niño nacido en circunstancias difíciles, hijo bastardo de una prostituta y criado en una granja, es nuestro Cary Grant dotado de una aureola de masculinidad luchando en la gran empresa del “hombre hecho a sí mismo”. Betty, su esposa, es aparentemente la Grace Kelly del barrio, siempre impecable, perfecta madre y ama de casa. Un papel, un status, duramente conseguido y positivamente contaminado por los atributos de Don Draper, que constantemente se ve amenazado desde el interior de la propia Betty por fisuras que cuestionan su rol femenino de mujer perfecta al servicio del hombre trabajador.
Una de las mejores secuencias de la serie es esta en la que, tras un capítulo de tensiones, comienza a simular que dispara en bata contra las palomas mensajeras del vecino, una de las cuales ha sido atacada por el perro de la familia ante la atónita mirada de los niños, cuyo imaginario afectado y empalagoso se niega a creer la realidad: los bonitos perros comen encantadoras palomas. Esta acción de Betty acaba por romper voluntariamente el pacto social de superficie irreprochable. Betty dispara, cigarro en boca, contra la convención vecinal, la buenas maneras, la sacrificada representación femenina y la belleza artificial.
A menudo constreñida al hogar, recluida en una jaula de cristal, Betty busca válvulas de escape. Regala un mechón de pelo al niño de una vecina, platónicamente enamorado de ella, y llora dándole su mano enguantada a través de la ventanilla del coche en el aparcamiento de la oficina de correos mientras su madre está dentro. Descubre los placenteros beneficios de la vibración de lavadora mientras imagina al vendedor de aire acondicionado besándola y ante todo, añora una época prematrimonial en la que podía trabajar como modelo, libre de todos los amables corsés de la vida hipercivilizada.
El vecindario es su universo, el hogar familiar su insuficiente reino, con su conjunción de estatismo y de temporalidad congelada. El presente doméstico es permanente, ordenado e inmóvil, en contraste con la chispeante actividad de la agencia de publicidad donde trabaja su marido, caos al que ella desearía regresar. El hogar es resultado final de la conquista norteamericana de la tierra, la necesidad primaria y el objetivo vital de esta década de los 60. Sus consecuencias son rutina y encierro, donde son negadas la oportunidad y el deseo, y paradójicamente, la distancia y libertad que colorea la empresa colonizadora. Betty, socialmente mejor situada que Joanie y el resto de las secretarias de la agencia de su marido, carece de su soltura, su desembarazo, su sexualidad emancipada. Joanie complica los discursos lineales del progreso, la familia y la historia, como una maravillosa interferencia.
La bellísima secuencia de Betty con ese Winchester que permitió la conquista del oeste gracias a su recámara me recuerda la serie de fotografías de Amy Stein titulada Mujeres y armas, donde las retratadas se ven progresivamente aisladas de la comunidad, en extrañamiento de su entorno, ya sean enfermeras o pequeñas hijas rubias acompañadas de su padres.
No hay lugar para la vulnerabilidad, a no ser en la parte trasera de la furgoneta o en un corazón que deja de latir, una pausa más larga cada segundo, en la mano de una adolescente.
Os traduzco la introducción de la autora a esa serie de fotografías:
"A la edad en que la curiosidad sobre lo social, sexual y educativo se agudiza, a los dieciocho años, es cuando se ve interrumpida la vida de una chica israelí. Se la separa de su entorno y hogar para introducirla en una rigurosa institución que le retirará a la fuerza su individualidad, en nombre del nacionalismo. Durante los dos años siguientes, inmersa en un ambiente masculino de disciplina, tendrá lugar su transformación de niña a mujer, en el marco de un ejército involucrado en la guerra y el conflicto diarios. Será un soldado más sirviendo a su país en un campamento militar, entre centenares de chicas como ella, pero manteniendo bajo el uniforme a alguien que desea ser descubierto, escuchado y comprendido.
Cuando se cumplían casi quince años de mi servicio militar obligatorio, volví a varias bases militares israelíes usando la fotografía como medio. La serie No. 3817131 representa mi esfuerzo por reconciliarme con la experiencia de haber sido soldado desde una perspectiva adulta. Recuerdo mi servicio como un período de soledad total, de apatía y melancolía, algo que por aquel entonces yo era demasiado joven para asimilar. A través de la lente de mi cámara intenté reconstruir aquellas facetas de mi vida militar que aún me quedaban pendientes, a fin de resolverlas.
Me sentí muy desorientada, llena de recuerdos y extrañamiento, al volver a caminar por una base después de tantos años. Las chicas que encontré durante estas visitas me parecían desconectadas del exterior, completamente absortas en su paradójica realidad. Me hablaban en una lengua ahora extraña para mí, con expresiones como "Regimiento de Caballería" y "Artillería de Defensa". ¿Cambiaría algo si les explicara que en unos pocos años lo único que recordarían sería su número de serie? Al fotografiar a estas chicas soldados, veía mi propio reflejo al otro lado del espejo, observando un mundo del que un día había formado parte, pero al no podía regresar para cambiar nada. Me parecía un sueño.
Las fotografías de este proyecto suponen un puente entre pasado y presente—una combinación de mis propios recuerdos y las experiencias de las chicas a las que observaba. Cada una de las imágenes es una huella de aquellas cosas que reconozco, e ilumina los fragmentos de mi propia historia, tocando las cuerdas emocionales que resuenan en mí. De algún modo, cada una de estas imágenes es un autorretrato, el retrato de una mujer joven atrapada en una fase transitoria de introspección e incertidumbre, intentando dotar de sentido a una desafiante rutina diaria. En el esfuerzo por mantener su encanto y feminidad, la soldado parece cuestionar su propia identidad, asumiendo el hecho que dos años de su juventud vayan a ser desperdiciados por este compromiso".
5 comentarios:
Ahora que por fin ha llegado el verano (el verano no llega hasta que los exámenes no acaban) me voy a poner en sesiones intensivas a ver series y ya la tenía apuntada en mi lista imaginaria y hoy me lo has vuelto a recordar. Por supuesto hablo de Mad men, ya que A dos metros bajo tierra no me acaba de llamar la atención, aunque las personas que me la han recomendado insisten en que la vea.
Por mi parte (aunque no salgan mujeres con armas) recomendar para este verano In treatment y Carnivàle, la primera por la desnudez total del personaje frente al espectador y la segunda por ser una magnífica representación de la eterna lucha del bien y del mal, pero ambientada en la época de entreguerras y con el maravilloso circo ambulante.
Necesito más series (de la HBO).
Madre mía, Carnívale, la reina de la extrañeza y lo bizarro. Fui incapaz de ver el primer capítulo completo: me vale que trate de ser inquietante, pero mi umbral hacia el horror de "la parad de los monstruos" tiene su límite. De todos modos le reconozco el mérito de cuestionar cómo leemos una serie, cómo y por qué vemos televisión, y por sacarle todo el juego al voyeurismo del espectador.
Te recomiendo también Weeds, Dexter y Aliens en América.
Aunque eso depende de ti, claro.
Pues debería acabarte el primer capítulo... y tragarte las 2 temporadas que tiene. Deberías.
Weeds la tengo en la recámara desde hace bastante tiempo, pero aún no me ha animado a verla. Dexter la vi en su momento y ahora estoy esperando a la 3ª temporada, a ver qué nos espera. Y nunca había oído hablar de Aliens en América, pero el piloto se está bajando, en 5 minutos estará bajado, luego te comento (a veces uno no se para a pensar en lo impresionante que es que no pasen ni 5 minutos en desconocer algo y tener la información de qué es y llegar a verlo).
Por cierto, espero que How I met your mother y The West Wing ya hayan pasado por tus manos.
Me ha gustado el piloto, pensaba que sería una sitcom, pero ya he visto que no. Tengo que ver un par de capítulos más para formarme una opinión, ya tendrás noticias mías :P
Es entretenidilla, es curiosa. Yo me pondré al día, como me dices. Tengo en la recámara unas cuantas. Aunque, lo reconozco, he vuelto a ponerme con Twin Peaks.
Un abrazo :-)
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