19 de Julio
Madrid
Si por 30 euros Morrissey cantara para mí todas las noches, os prometo que trabajaría sólo para eso.
Este año los llenazos ha sido de Tom Waits, Springsteen o Lou Reed, los cabezas de cartel de los festivales Neil Young, Bob Dylan, Sex Pistols o Morrissey, bandas que nos llegan en un segundo reinado y a las que hemos conocido tras investigar un poco de dónde viene nuestra música actual. En España, nadie conoce a The Smiths de primera mano: en su momento no los viste en los medios, no firmaron discos, no participaban en los concursos ni salían en las revistas. Lo más cerca que estuviste de ellos fue escuchando aquel single, Me and the Farmer, de sus hermanos rurales, The Housemartins. Reconócelo: los conoces porque alguien te los presentó.
Morrissey, con los Smiths, escribió la banda sonora de la angustia adolescente de los ochenta en Inglaterra. La estética que nos cautiva ahora a nosotros no es exactamente ésa, sino nuestro reconocimiento en el recuerdo ochentero. En aquella década no sabíamos quién era Morrissey, pero identificamos la caracterización que la ola musical provocó en los anuncios y las películas, y cuál era el rol de un nuevo estereotipo social “el guay”. Primero conocimos las referencias, ahora el referente. Nos sentimos genuinos al haber llegado a él y, Coca cola, que no es tonta, lleva dos años aprovechando este concepto para sus campañas. Sí, los hermanos mayores tienen un halo de autenticidad de la que carecen los nuevos grupos de música y las nuevas modas: tanta hiperrealidad y control marketingiano sobre el detalle carecen de credibilidad. Un detalle: al terminar el concierto, una amiga me comentaba que la única que le sonaba era How soon is now. Es la música de los créditos de Embrujadas.
A nosotros nos gusta el Morrissey de los videos de Tocata, bailando con gafas de pasta sin cristales y con un ramo en el bolsillo trasero del pantalón. La gente desconcertada dando palmas a destiempo, animada por algún regidor de plató. Nos atrae ver a quien sabemos que ha sacudido la cultura popular de los 80 y los 90.
La música de Los Smiths resulta hipnotizante no por su profundidad emocional y su virtuosismo técnico, sino porque es una interpretación, una simulación de ese estado anímico adolescente y suicida en unos tiempos que ya no se lleva eso. Los numerosos discos posteriores de Morrissey siguen en la misma línea, pero añadiendo una ligera perversión: su temática ahora está romantizada. Cuando Morrissey hace un concierto con camisa rosa a los 58 años es consciente de ello, es consciente de la actuación, de la pose, y exprime la contradicción con verdadera sabiduría.
Los treintañeros del Fiber no podemos empatizar con el escenario real de la narrativa de Morrissey, la vida de clase obrera de un barrio inglés, la polarización Londres-Manchester, pero captamos el código ochentero, el chic radical cuando azota el cable del micro. Aficionado a las ideas de Oscar Wilde, M re-representa al gay martirizado, se refiere físicamente a San Sebastián y nos recuerda de dónde viene que la pose de ambigüedad sexual que tantos cantantes de los 90 han explotado, empezando por Michael Stipe. Hoy, cuando el Orgullo Gay es un triunfal y arrasador tsunami, esto no puede ser más que Teatro de la Memoria, esteticista.
Entramos en la memoria colectiva de la memoria colectiva, una memoria visual, una memoria mediatizada, conocida por los documentales. Morrissey hace teatro de esa memoria para un público al que lleva 30 años, ya que los discos de The Smiths, de Lou Reed o de Dylan no se publicaron en España hasta mucho más tarde. Y es que temas como Ask, A Light that never goes out, Miserable o Big Mouth Strikes Again son fundamentales para contar ahora quiénes somos los niños de la nocilla.
21 de julio de 2008
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2 comentarios:
:(
El libro que muestras en la foto, es de edición española no?, ojalá lo pudiése conseguir, saludos!
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